viernes, 9 de diciembre de 2011

El monstruo sueña

El monstruo silencioso, atrincherado detrás de por donde andan las palabras, sueña el sitio confortable en el que aquello se realizase: comerse, por ejemplo, al encantador de serpientes; atrapar el fantasma de la voz que le obliga a revolverse en la soledad; ver siempre una vela encendida y que fuera tenue y potente como la imposibilidad; masticar; recorrer el alambre sin miedo a caer.

Tenaz insiste hasta tener que curarse sus propias mordeduras.

Ella pasea por la calle soleada o bajo las nubes como si nada. Como si el recorrido de su andadura le perteneciese. Como si la casa del lago fuera suya. Como si algún día en la casa del lago alguien tuviera que verla llegar. Como si hubiera construido que el monstruo se encuentra bajo control.

Sin embargo, cada vez que aquella voz pronuncia su nombre, queda envenenada.

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