sábado, 15 de noviembre de 2008

Infancia y desigualdad social

¿Quién estresa lo social? ¿Quién se conforma formándose para contrarrestar el estres social? ¿Por qué no podemos mirar y nombrar señalando a ese Quien? ¿Quién genera la expresión insufrible pegada a la que deberiera ser la etapa más bonita de la vida de las personas? ¿Desigualdad social? ¿Económica? ¿Ruina emocional? ¿Pena? ¿Crisis? ¿Y si un día nos levantamos y afirmamos que no? Que no seguimos este juego sofisticado de yo acumulo riqueza y vosotros me dais las gracias porque os doy a ganar dinero (sólo una parte ínfima, comparado con lo que me estáis dando a ganar). Porque ¿Qué importa que el albañil aquel quiera ser paseante solitario; o el operario poeta; qué importa lo que en realidad deseen los seres humanos si tienen que comer y ganar dinero para ello? ¿Qué importa que os hipoteque el tiempo a cambio de unas migajas? Un día este juego acabará porque los seres humanos estaremos educados: nadie oprimirá a otro en beneficio propio; nadie permitirá que unos se levanten a las seis para beneficiar económicamente a los que más descansan, más gastan y dinero retienen. Ese día el será humano será tratado igual que cualquier ser humano; se acabará que todo esté al servicio de los negocios económicos. Por que un día nos daremos cuenta de que el mundo es nuestro, el tiempo de vida es nuestro y hacer caso omiso a los deseos de cada uno se paga muy caro y no se paga con dinero.
Salud y conciencia. Ellos son muchos menos que nosotros. El simbólico del dinero nos oprime y a ellos les disculpa. Qué desvergüenza de sociedad hemos construido y seguimos apuntalando cada día. Mientras quede un sólo tipo acumulando riqueza en este mundo, a costa de la opresión y renuncia de la mayoría, este mundo seguirá siendo desigual, seguirá siendo un fracaso.

martes, 3 de junio de 2008

Mímesis: aprendizaje de estrategias de mercadillo

En ocasiones el monstruo se apodera de las palabras y convive en algunas personas. Va pegado a ellas casi invisible, dejando a los otros sin respuesta y suele generar ésta o aquella excusa, ésta o aquella exigencia, sin permitir que se razonen demasiado los asuntos. Es entonces cuando en el otro aparece la mordaza, la mirada velada, la voz de desgaste y la guardia alta por si ataca de nuevo con la estrategia de mercadillo para que se haga esto y aquello o, si te atreves a cuestionar las cosas, aparece el monstruo con todo su resentimiento: no eres capaz de amar porque no eres capaz de hacer lo que te pide por amor, y, ¿qué te pide? Que le digas a tu hermano que encierre a sus gatos, cuando vayáis a su casa, porque producen enfermedades; que le digas a tu madre que no le ponga carne a la paella porque tu pareja es vegetariana; que dejes de hablar de poesía con tus colegas porque no la entiende y se pone "nefrític@"; o que hagas que empecemos la reforma de la casa de enfrente que es mía igual que de ellos, y una vez empezada tengas que retirarte porque has cometido un allanamiento de morada, y entonces no pagues a los albañiles porque no han hecho casi nada, y tú les pagas a escondidas, y ya no volverán a saludarte igual.

Entonces piensas en aquel beso bajo las estrellas, una noche de verano cuando todavía eras ácrata, casi poeta, capaz de ver otras cosas allí donde todos veían lo mismo; piensas en el beso y los besos posteriores y piensas una y otra vez en qué fue aquello que tú viste que nadie vio, y te cuesta mucho recordar, asumir lo que te pasa cuando te pasa.

Y érase una vez, un cuerpo dándose a ti, no pasa nada si yo también tengo pareja, pero esta noche es tan bonita, parece que las hayan colgado una a una para mirar cómo nos amamos; y tú le dices que no llevas barrera y te dice que no pasa nada que lleva de todo. Y así así comienzas a dejar de creer en ti porque si no lo haces eres detestable: has tocado su cuerpo y ahora le dejas. Y sigues por ese camino que desconoces, porque siempre habías tratado de evitarlo, y ves que no lleva a ningún lugar como todos, que va en círculo (pero, ojo, porque este tiene monstruo): pareja, niños, la hipoteca; y el piso es demasiado pequeño para su sueño y aparece una hipoteca mayor, mucho mayor (o el monstruo) y su sueño se instala, por fin, en forma de consulta de naturista de cursillo que promociona la vida sana (con monstruo), y agonizas. Pero ¿qué vas a hacer ahora? ¿Qué vas a hacer? No razones. Deja dormir al monstruo. Ve sigilosamente para no despertarle, puedes ir algún domingo a la librería y tocas y ojeas y hueles los libros de poesía ¡qué pena!

Tu ser de pronto tan henchido de futuro más de treinta y cinco años de futuro de no poder comprar ni salir ni pensar en otra cosa que no sea que el monstruo siga dormido; y, a pesar de todo, en ocasiones, cuando el mundo se llena de malas personas que le miran porque imparte cursos de dietética teniendo un importante sobrepeso, tienes que hacer algo, lo que sea pero hazlo: y te quejas a tu hermano por aquello de que no encerró los gatos y eso enfrió vuestras relaciones de hermanos; o vas a tu madre y te quejas de que tu pareja tuvo que dejar el vegetarianismo por su culpa, por poner siempre carne en las paellas… y lo haces por teléfono en su presencia, con tono serio y con enfado, con el mismo tono de reproche que utiliza contigo, para que vea que tú también sabes, efectivamente, que alguien tiene la culpa de todo.

sábado, 31 de mayo de 2008

Una mujer no baja la mirada y la libertad

    La TRISTEZA ha llegado en lunes con los ojos claros, llorando se ha quedado sola, suspendida, sin aliento: una expectativa se confunde con el amor cuando allí sólo está ella y, al alba, prodiga el silencio.

    Una REDIVIVA mordaz, en viernes, me ocupa involuntariamente la memoria enérgica, ahora, esta vez, ella conservó las armas testigo del respeto que lució preso en las celdas de donde quiera que fuera; y fuera que una mujer muriendo sujeta la luz apresada: no hay expectativa más cierta ni más verdad que sentir por amor y mantener el horror escondido, sin bajar la mirada ni dejarse caer, para lucir una verdad que faltaba a la libertad: hay que rescatar la historia.

    Una flor hermosa luce hermosa junto a otra flor como un árbol hermoso luce hermoso junto a otro árbol, AHORA.

    Les velamos en el bosque escogido de nuestra memoria.

lunes, 26 de mayo de 2008

Uno de esos días

Hoy es uno de esos días.
Ella no quería dejar que le tocase su estuche; y él, sólo quería su estuche su estuche su estuche. Pero ella no le dejaba tocar su estuche ni quería, tampoco, que él le tocase su cuaderno de pintar porque él tiene otro; pero el quería el estuche porque es pequeño y las pinturas que le regalaron las ha desaparecido como desaparecen los niños pequeños las cosas -sin intención y sin maldad- y ella dice que no le deja su estuche porque ES MÍO Y NO QUIERO QUE LO TOQUE... y al momento entre llantos él ha cogido la flor que ella encontró anoche que le regaló a su papá y se lo ha dicho atizándole con el cuaderno de colorear en la cabeza Y ESA FLOR LA ENCONTRÉ YO Y ES DE CARLOS QUE ES MI PAPÁ; y él se ha roto en un llanto desconsolado mientras ella tenía media sonrisa hasta que su mamá ha bajado y le ha dicho a él que se van juntos a vivir a otra casa LA MAMÁ y ÉL y que va a comprarle nuevas cosas porque a él nadie le deja tocar nada. NO MAMI POR FAVOR, que se quede que se quede. Aquí las cosas las compartimos todos, no podemos vivir de otra manera, si has dejado de utilizar una cosa, esa cosa puede cogerla cualquiera -ha dicho mami. Él ha cogido la pintura verde del interior del estuche y todos juntos: PAPÁ MAMÁ Y LOS DOS HIJOS han salido juntos al parque de atrás para buscar otra flor de lavanda. Cuando han regresado él había desaparecido la pintura, pero no pasa nada porque es un niño muy pequeño.

domingo, 25 de mayo de 2008

Amar y odiar

Somos otros desde que he conseguido ver el mundo y verte a ti; desde que he conseguido dejar de ver el mundo a través de ti. Tú y tus licencias con el amor y el odio, con tus recuerdos entretejidos involuntariamente -dijiste, por ejemplo, mi padre cogió un arma y mató a un hombre el día de navidad delante de toda su familia- engendrasteis en mí el miedo: Yo he sentido miedo y he sentido la pena. Con el tiempo comprendí tu vida como una batalla desesperada hacia la paz. Todos te hemos pertenecido y, yo, he intentado corresponderte con mi silencio, con mis miradas. Pero eso no bastó para la vida, comprender al padre, para que el padre sienta la paz a su manera, no me ha servido para la vida porque tuve que aprender cómo era la sonrisa que esperabas ese día, cómo era el silencio o la voz que esperabas ese día. Tuve que dejar de mirarte para poder ver. Entonces me descubrí en el mundo, intacta, sorprendida porque yo no engendraba la pena ni la ira ni la alegría injustificada y repentina. Yo soy otra y hoy he ido a visitarte y te he dado un beso significante por que tú eres el padre; y no tiene nada que ver ir a visitarte con hacer esfuerzos para conservar tu amor. Ya te quiero porque ya he dejado de sentir tu miedo.

La chica de la flecha

Me he encontrado de pronto acompañada por alguien cuyo rostro no he podido ver, pero cuya presencia he sentido como alguien familiar. Ambos estamos dentro, en la casa ajena, sus habitantes duermen y atravesamos la casa sorprendidos. Es una casa sin pasillo, entras en una habitación que necesariamente lleva a otra habitación; para entrar en la habitación hemos tenido que pasar por el interior de la habitación de los padres, que duermen profuntamente, pero que nuestra presencia puede despertar. Más allá está la habitación de la chica, que desemboca en dos habitaciones más que están vacías. Hemos decidido salir hacia el jardín, por esa puerta se accede a la parte reseca y descuidada del jardín; la ventana de la habitación de la chica está protegida por una reja oxidada y la tela mosquitera está hecha jirones. Hemos entrado de nuevo, su padre en camiseta y calzoncillos mira hacia el interior de la habitación de la chica. Está allí. No nos espera, pero le tranquilizo diciéndole que soy yo; que era necesario atravesar la casa que solamente estoy curioseando y que no molestaré más, que me marcho. Me mira desde detrás de sus gafas casi invisibles, de tan discretas, y asiente con la cabeza. Poco después todos están despiertos y se muestran hospitalarios.

sábado, 24 de mayo de 2008

Pompas de jabón

Abandonó la cama a medianoche para preparar su bolsa. La localizó en un rincón del altillo del armario. La sacudió. Pensó en el silencio y la oscuridad, sólo rota por algunas estrellas en el cielo de aquella montaña: se imaginó la calma. Salir para estar mejor. Limpió sus cámaras, las colocó de nuevo en su enorme mochila de explorador duchado con buena presencia, y regresó a la cama. Imposible dormir con tanto ruido, a pesar en encontrarse en un sitio tan cerrado, casi claustrofóbico. Las voces llegaban desde el patio de luces a través de la única ventana al exterior que tenía la minúscula vivienda a la que había ido a parar, sin embargo, huyendo del ruido y del frío y de la oscuridad de su antigua vivienda. Quería alcanzar la cima y contemplar el cielo plagado de estrellas en absoluto silencio y poseer la calma. Pero ¿qué es alcanzar la cima cuando la noche es cerrada, absolutamente oscura, por que no hay luz que dé forma a las gotas de lluvia? ¡Qué fastidio! Truenos y relámpagos y nubarrones cada vez más oscuros y ni rastro de la luna ni las estrellas ni de la sensación de estar en la cima. Las cámaras a salvo en la mochila que resguardó en el maletero del coche. Él, agotado, sin jabón para seguir imaginando lo que no era.

viernes, 23 de mayo de 2008

Emociones

Cuando compartes la casa, como lugar de la intimidad y espacio insustituible y único, con once gatos, una perra, dos hijos y una persona adulta, sucede que en el espacio se posan pelos y que repentinamente algo salta de la estantería a la mesa; que de pronto el roce de una espiración te moja la mano o te mancha el pantalón blanco -recién puesto-; o la mayor retoca su obra en las paredes con ceras manley para mostrarle el camino al pequeño y le dice "ESO NO SE TOCA, CARIÑO, ERES DEMASIADO PEQUEÑO, NO LLORES" (acto seguido se limpia los restos de cera en la camiseta o el pijama, y en ese descuido el pequeño le muerde con la misma crueldad que hay en las palabras); y la otra persona adulta te mira agotándose desde lo hondo del sofá con la mueca de estar salvando el compromiso y en su mueca la esperanza de que cree que no tardarán en coger el sueño... Pues cuando compartes la casa, la casa única, de este modo lo que queda de TI (de MÍ de YO) es, precisamente eso, un pronombre personal, algo sin significado que está en lugar de otra cosa que ya aconteció, a la que hay que buscar el antecedente para comprender. Yo SOY, entre ronroneos y lametazos y llantos y risas y miradas (SUS MIRADAS), DONDE NO PIENSO. Y si pienso, pronombre personal.