viernes, 23 de mayo de 2008

Emociones

Cuando compartes la casa, como lugar de la intimidad y espacio insustituible y único, con once gatos, una perra, dos hijos y una persona adulta, sucede que en el espacio se posan pelos y que repentinamente algo salta de la estantería a la mesa; que de pronto el roce de una espiración te moja la mano o te mancha el pantalón blanco -recién puesto-; o la mayor retoca su obra en las paredes con ceras manley para mostrarle el camino al pequeño y le dice "ESO NO SE TOCA, CARIÑO, ERES DEMASIADO PEQUEÑO, NO LLORES" (acto seguido se limpia los restos de cera en la camiseta o el pijama, y en ese descuido el pequeño le muerde con la misma crueldad que hay en las palabras); y la otra persona adulta te mira agotándose desde lo hondo del sofá con la mueca de estar salvando el compromiso y en su mueca la esperanza de que cree que no tardarán en coger el sueño... Pues cuando compartes la casa, la casa única, de este modo lo que queda de TI (de MÍ de YO) es, precisamente eso, un pronombre personal, algo sin significado que está en lugar de otra cosa que ya aconteció, a la que hay que buscar el antecedente para comprender. Yo SOY, entre ronroneos y lametazos y llantos y risas y miradas (SUS MIRADAS), DONDE NO PIENSO. Y si pienso, pronombre personal.

No hay comentarios: