sábado, 24 de mayo de 2008

Pompas de jabón

Abandonó la cama a medianoche para preparar su bolsa. La localizó en un rincón del altillo del armario. La sacudió. Pensó en el silencio y la oscuridad, sólo rota por algunas estrellas en el cielo de aquella montaña: se imaginó la calma. Salir para estar mejor. Limpió sus cámaras, las colocó de nuevo en su enorme mochila de explorador duchado con buena presencia, y regresó a la cama. Imposible dormir con tanto ruido, a pesar en encontrarse en un sitio tan cerrado, casi claustrofóbico. Las voces llegaban desde el patio de luces a través de la única ventana al exterior que tenía la minúscula vivienda a la que había ido a parar, sin embargo, huyendo del ruido y del frío y de la oscuridad de su antigua vivienda. Quería alcanzar la cima y contemplar el cielo plagado de estrellas en absoluto silencio y poseer la calma. Pero ¿qué es alcanzar la cima cuando la noche es cerrada, absolutamente oscura, por que no hay luz que dé forma a las gotas de lluvia? ¡Qué fastidio! Truenos y relámpagos y nubarrones cada vez más oscuros y ni rastro de la luna ni las estrellas ni de la sensación de estar en la cima. Las cámaras a salvo en la mochila que resguardó en el maletero del coche. Él, agotado, sin jabón para seguir imaginando lo que no era.

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