Era ya entrado el mes de diciembre del pasado
2013, casi las nueve de la noche de uno de sus miércoles. Hacía fresco y la
charla tardaba demasiado en tomar sentido. No alzaba el vuelo permaneciendo en
una especie de cháchara monologada: La mujer hablaba y hablaba y hablaba:
palabras y más palabras y más: La falta de esfuerzo de su hijita, el desinterés
manifestado diariamente por su hijita, la falta absoluta de inquietudes
intelectuales de su hijita, la pasividad extrema de su hijita y el estrepitoso
fracaso –en este caso compartido con el fracaso de la cháchara de la madre.
Después
de permanecer escuchando con paciencia descubro que al día siguiente tampoco
viene –y la madrecita finge una humillante llamada telefónica, que ubicará la
sesión de trabajo en el jueves siguiente. ¿Para qué? –le dije–, si no le ha
servido para nada y ha fracasado, no le hagas pasar ese trago y déjala embargada
en el sueño dulce de que ha encontrado lo que busca. Bueno –continuó– yo vengo
para pagarte el mes, porque vienen navidades y todo eso y no te voy a dejar
tirada…
Puesto que la hijita me consta que no ha fracasado, sino que subió del
insuficiente al nueve; puesto que lo único que despertó el afán protector de la
madre fue que señalé a la hijita que para anular las sesiones de trabajo es
necesario hacerlo con el tiempo suficiente, al menos 24h antes; puesto que en
el ímpetu de la mentira y la milonga de aquella tía, madrecita, el respeto
hacia mi trabajo y mi persona brillaba por su ausencia, lo hice: de un insensato
es mejor rechazar el dinero; si actúas como un insensato no puedes pagar como
un señor .
Bajó su mirada y levantó la
cabeza todavía para terminar de bordar la ofensa: “Bueno pues te cobras y que
venga la semana que viene”. ¿Para qué la semana que viene? –le pregunté. “Pues
que venga y le das la charla o charlas con ella de lo que sea”.
Ahí estaba la confusión que
genera en nosotros que un servicio deje de ser necesario con que el servicio
sea inútil: por no saber buscamos razones peregrinas para no sentirnos como
unos puercos; cuando sería mucho más sencillo ver que un tramo del recorrido ha
concluido pero, no por la inutilidad del servicio prestado, sino porque un
tramo del recorrido ha concluido, ¿a qué viene mancillarlo con mentiras?.
Yo no doy la charla y la Tierra no gira porque sea el patinete de la
hijita, y todavía le regalé un consejo: “SÁCALA DE TU CAMA, SI QUIERES QUE APRENDA
A CONVIVIR”, Y ENTONCES VOLVIÓ A BAJAR LA MIRADA Y SE MARCHÓ.
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